viernes, 11 de enero de 2008

¡Atrás, fantasmas del ayer! ¡Dejad a este hombre proseguir con su tormento, y soltadlo de vuestro oscuro y férreo lazo! ¿Acaso no veis que las personas maduran, y vuelven a equivocarse, con nuevos pecados que reemplazan a los anteriores? Entonces dejad de bombardearme con imágenes muertas, del angustioso y ensordecedor ayer, que siempre trae entre sus gélidos brazos el cadáver de una esperanza, de una promesa lanzada al vasto océano. ¡Alejad vuestras huesudas manos! ¡Llamad a vuestras huestes de ratas hediondas al agujero de donde salieron! ¡Abandonad los campos yermos, las preñadas estériles, todo fruto de vuestra senda hacia la caída, hacia el abismo que os carcome las carnes y las vestiduras! ¡No podréis pasar, atravesar este horizonte entre el mar y la tierra, la luz y la sombra, Dios y el hombre! ¡Contemplad el brazo que esgrime la antorcha, porque no lo morderéis, no será una víctima más de vuestro saqueo, de vuestra peste silenciosa! ¡No Señor, no! ¡He aquí vuestro asesino, vuestro horror! Da igual que esté contaminado por vuestro cáncer. ¡Yo os daré muerte, bajo la espada del frágil hombre, pero también del férreo deseo! Corred, fantasmas de mi pasado, no podréis esconderos. ¡El sol relucirá en mi espada, adornada con vuestra oscura y mefítica sangre! ¡Ven a nosotros, Mañana!
 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.