sábado, 13 de diciembre de 2008

La cara, llena de mugre. Los dedos, rematados por uñas quebradas y amarillentas, golpean el piano con furia. El cuello de la vieja camisa presiona las quebradizas venas, y mi vista se nubla. A través de la neblina de frustración y rencor contra el mundo te veo, y te veo sonreír. Tus blancas y finas manos reposan en el joyero de otro. Siempre pudiste ser una gran pianista, pero nunca te convenció la música, ese estado del alma en el que sacamos nuestros problemas a la luz. ¿Para qué contar nuestros problemas, para qué demoler la alegría de algún joven? No, nada de eso. Es mejor estar radiante, deslumbrar con tu luz la miseria de los demás, en vez de sumergirte en el lodo, dejar que tu corazón se funda con la oscuridad, y llorar. Sólo llorar. No necesitamos que nos describan el brillo del arco iris, ni que nos hablen de lejanas tierras. Sólo queremos llorar, abrir nuestro corazón, y dejar que nos invada la añoranza, el odio, el amor, todo aquello que antaño nos movió, y que ahora yace esparcido por el suelo, cortando nuestros pies. Las teclas sajan mis dedos, y mi sangre desborda el pequeño altar, inundando las copas de los náufragos que me miran embelesados por la oscuridad que desprendo. Si te soy sincero, yo no sufro dolor de ningún tipo. No albergo añoranza de ningún tipo. No hay sitio para penas o envidias en mis alas, ocultas bajo el enmohecido traje. Es más, me alegro por ti; siempre mereciste un mercante que entendiese el valor de ese diamante. Mi camino me lleva lejos de ti, y no quiero que tus suspiros se estrellen contra el frío cristal que separará nuestros mundos. No somos dos piezas de un mismo puzle. Más bien somos desconocidos que comparten un asiento en el metro. Sí, yo soy un vagabundo sin ningún destino, pero camino con paso firme. Todavía no ha salido el sol, y ya estoy cansado. Tú estás radiante, y disfrutas de un néctar que durará toda una vida. En cambio, yo vivo de un sueño que no existe. A veces lo veo delante, pero mi mano dispersa los retazos que crea mi mente para espolearme hacia delante, como una zanahoria siempre delante de un burro, o las uvas sobre Tántalo. Cómo no, sigo caminando, lejos de Ítaca y acercándome cada vez más al canto de las sirenas. No quiero fríos tapones que me aislen de su melodiosa canción, que sabe a derrota y a miel, y que me sustrae de este mundo para llevarme a mi particular infierno, donde por fin descansar en paz, lejos de sentimientos y deseos. Mis manos han seguido tocando todo este tiempo a mis espaldas, y la melodía debe de haber sido única, porque estás de pie, mirando a través de mí, pero comprendiendo todo lo que en su día te prometí. Veo tras de ti un espejo en el que me reflejo, y no me reconozco. Ya no soy un hombre tocando música; soy un hombre interpretado por la música. Por mi sangre late el ritmo, bombeando energía a todo mi alrededor. El humo se disipa. Las voces callan. Nada puede verse. Una inmensa oscuridad, semejante a la que creó el universo, lo inunda todo. Nadie sufre, porque todo el mundo paladea la amarga bilis del odio, el lacerante escozor de la melancolía. Todo el mundo es feliz, aunque nadie lo sepa.


1 burradas:

Anónimo dijo...

Es mejor vivir de un sueño que no existe,sentir, llorar, que todos los sentimientos caigan rotos en el suelo. Es mejor que tenerlos dentro y no sentirlos siquiera, ser feliz y no saberlo. Prefiero tu pieza del puzzle Sigue tocando, lo haces muy bien.
Julia.

 

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