jueves, 6 de agosto de 2009

Es natural en el ser humano asociarse con aquellos que son más similares, con el fin de vencer a los diferentes, que siempre se han considerado los "malos". Sin embargo, esta asociación que en ocasiones puede ser legítima, en el terreno cultural solo conlleva problemas. En la guerra, los soldados no piensan, o al menos no se les paga para que piensen, sino que actúan. En la paz, por el contrario, las personas debemos pensar, y no podemos pensar correctamente si solo nos reunimos con nuestros amiguitos. Lo cómodo es pasar la vida entera con tus amigos de la infancia, cuyos secretos e ideologías conoces, pero no es lo mejor. El ser humano en general solo avanza cuando se encuentra con situaciones diferentes, en lugares distintos, con personas desconocidas. Es entonces cuando la filosofía, el arte, la política o la seducción progresa, y supera el estancamiento inicial. No se trata de abandonar las bases, de olvidarse de nuestros amigos de la guardería, sino de construir sobre esas bases, de enriquecer nuestra relación con las aportaciones de terceros. En el pasado, los emperadores y príncipes solo se casaban con familiares, con ramas dinásticas similares. Esta endogamia produjo una degeneración que condujo al final de muchas familias, como el caso de los Austrias con Carlos II. En el panorama intelectual (palabra pretenciosa pero necesaria) ocurre lo mismo; si escuchamos solo un tipo de música, si leemos solo un tipo de novelas, si frecuentamos solo ciertos bares nos arriesgamos a la muerte, no de una dinastía, sino de nuestra cabeza. Por eso, no debemos encerrarnos en nuestros gustos, sino intentar comprender al otro, no solo en el terreno artístico, sino en todos. Un abrazo.
 

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