martes, 27 de marzo de 2012

Me ves de lejos pero no me quieres mirar. Las gafas en la frente, la misma mirada altiva de siempre. La misma elegancia innata, sabes que los demás no están a tu altura y disfrutas de tu posición. No hay nada malo en ello. Os saludo. Se alegra pero tú no. Sonríes pero por dentro me estás interrogando, no sabes por qué sigo hablando y preguntando, me obligas a marcharme. Pero me quedo unos minutos más, te pregunto qué tal te va todo. Sonríes con sarcasmo y dices que igual que siempre. Pretendes descolocarme, plantar tu alfil ante mi rey y forzar a sacrificar mi reina, pero se te olvida contra quién jugabas. Nada me sorprende, nada me descoloca ni me afloja un ápice la corbata. Se te olvida que juegas contra el rey de la falsedad. Elogio de la fría normalidad, de la rutina, del mientras no vayamos a peor. Os despedís, seguís andando pero yo sigo mirándoos por la espalda. Realmente lamento que el juego se haya convertido en esto, en referencias esquivas y miradas cortantes cuando antes éramos grandes juntos. Conciertos en Londres, noches de ópera, cualquier cosa. Ojo, tampoco estoy añorando nada que no pasó, solo añoro todos los granos de arena que ya han caído y que se van clavando en mi espalda
 

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