sábado, 22 de diciembre de 2012

Aunque se os haya olvidado, podéis vivir fuera del círculo verde. El recinto de seguridad solo marca lo aburrido, lo convencional, lo que te ves obligado a hacer/decir aunque sabes que no es real. Lo real existe al otro lado de esa línea. Y, lo más importante, no me importa una mierda qué habéis comido. Aunque eso sí, aún es peor no poder dejarlo todo al margen y tener que comentar cada rebuzno del hombre de paja. Déjalo todo y vive. Escribe en el barro y ríete aun del mismo dolor. Pasa días enteros en un sótano y gánate dibujos y apodos, para que años después todavía lo añores. Y ante todo, pasa página. Nada volverá a ser como antes, ninguna noche será tan mítica como las que tu memoria ha adornado. No es que cambies tú, es que cambia el mundo. Gira y los litros se convierten en botellines, las discotecas en dianas y los hielos en dardos. Lo valioso en todo ese movimiento es lo que se ancla al eje, las personas que nunca desaparecen y las caricias que siempre perduran. Precisamente porque nunca se te han colgado del cuello, por eso son tan importantes. Historiadores, amigos del alma, pompones a ras de la mesa, extranjeros y cantantes. Allí donde solíamos gritar ha cambiado y, aunque no hay silencio, la risa solo es un rumor de fondo. Tómate una cerveza y alimenta esa hoguera.
 

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