jueves, 20 de diciembre de 2012

La gente buena se merece que le pasen cosas buenas. No es que la vida se limite a darte lo que has entregado, un mero intercambio, sino que tú provocas esa reacción. Si sonríes, la lógica y los sentimientos te dicen que el sol brillará más. Si das la mano, alguien te dará el brazo. Pero ojo, nunca actúes en busca de la recompensa ni la pongas como meta. Ese no ha de ser tu objetivo, sino el bien en sí mismo. Olvida esas mierdas de pensamiento positivo, eso de que el mundo reirá contigo; todos ríen aunque llores. Es algo tan simple como que en esta vida puedes ser bueno o malo, luz o sombra, puedes dar o quitar. Y entonces piensas en lo que aportan los demás y solo puedes sonreír. Intenta que los demás sonrían y cambien también el mundo.

No te esfuerces por plantar un árbol, construir un huerto, porque todo morirá. El mal siempre triunfará, la sombra siempre volverá y el frío se colará por entre los nudos de tu bufanda. Tus ideas serán mejoradas y refutadas. Tus inventos quedarán obsoletos y tus gracias, insípidas. Deja que otros se organicen en bandos, luchen por ídolos construidos en su infancia y destruidos adolescentes. Sé como el agua, fíltrate por los recovecos para vencer a los demás y llegar al núcleo y arrebatar lo que buscabas. Deja que los demás se enfrenten porque tú vencerás, como siempre.

Que desborden palabras, que construyan párrafos, que aplaudan al final. La esencia no es la nota, no es el bien o el mal, sino los segundos de silencio posteriores. Entonces lo sentirás, y eso hará la diferencia.
 

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