miércoles, 24 de abril de 2013

La realidad mató el sueño, vendimos pelo y uñas por una mentira y la verdad nos apuñaló. Ya no tengo valor para mirar las noticias. Hace tiempo que me río de la actualidad porque tengo miedo del mañana. Pero ahora me da igual. Dejemos que el cielo se caiga, dejemos que las ciudades ardan. Vamos a por una jarra más, un helado más, un libro más. Rompamos el clavel sin miedo, porque otros florecerán en un tiempo totalmente distinto. Nuestros sobrinos, nuestros nietos, todos las regalarán por la misma razón que nosotros: porque han encontrado alguien que merece la pena. Cerveza, sangría, ron, todo es lo mismo: celebrar los días que perdemos, los años que se cargan nuestro pelo y en nuestra tripa. Nada volverá a ser como antes y precisamente por eso será maravilloso, porque seguiremos sin saber absolutamente nada de lo que estamos haciendo. Olvídate del autobús, de trabajar en el extranjero o de pagar el alquiler. Apostaremos por lo mejor para nosotros; seguro pensamos que nos equivocamos pero el tiempo nos dará la razón, porque elegimos nosotros. En cada segundo abrimos nuestro camino a machetazos, con cortes y ampollas, pero la senda es solo nuestra. Sufriremos pero después veremos el patrón, los puntos que había que conectar, lo que quisimos ser. Tenemos miedo, debemos tenerlo. Pero al amanecer nos reímos del estúpido miedo de la noche. Y por el camino nos llevamos abrazos y risas, que es lo único que alarga nuestros días.
 

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