domingo, 20 de abril de 2014

Una relación mantenida durante tres años por encuentros casuales (o causales) en el autobús. Palabras difusas entre la amnesia y el vómito, las 5 o las 6:30. A veces, dudo de que fuesen oraciones articuladas, pero eso es lo de menos. Una vez más, resulta curioso comprobar cómo las palabras no dicen casi nada; lo importante se transmite por el fondo. Aunque las conversaciones fuesen breves, muchas veces solo compartiésemos un lecho improvisado por cuatro asientos, el acero valyrio iba por debajo, invisible a los ojos de los estúpidos que no nos conociesen. Es cierto que durante tres años hemos perdido fiestas y hemos propuesto otras muchas que nunca encontraron fecha para nacer. Pero da igual. El pasado que alumbramos entre ambos nos acompañará toda la vida, nuestros abrazos y cervezas todavía calientan los estómagos como auténticos irlandeses. Si conseguimos que girase una mesa que no debía girar, el interior que un hombre nunca quiso mostrar, ahora pasarse a otro país no constituye ningún problema serio. Las tecnologías construyen el camino y nosotros lo recorreremos, aunque sea con la tranquilidad que llevamos. Porque sabemos que no debemos impresionar, demostrar ni conquistar; siempre estaré ahí.

1 burradas:

Anónimo dijo...

Las palabras pueden ser hermosas, hirientes, directas, confusas, destructivas... Pero son nuestro "vehículo".
¿Qué haríamos sin ellas? Pero, es cierto, a veces no sirven para nada. Quizás a sobrellevar el peso de la vida.

 

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