El compás del próximo segundo explota
en el centro de mis ojos
desatando una explosión nuclear que lame mis huesos,
mis blancos huesos.
Todo yo soy blanco, todo yo no es
sino un cuerpo fabricado por entregas quincenales en cartón
y papel maché.
Construido sobre frases vacías y palabras rimbombantes
como maché.
Mírame y verás el mundo explotando,
como explota todo a tu alrededor.
Ni siquiera sabes cómo será la siguiente
estrofa del poema
o qué coño quiero contar con frases
cortadas
en versos aleatorios como la misma vida.
Una vida que, por momentos, se antoja demasiado viva.
Renuncié encontrar el mando de mis días
porque no podría pausar la jugada.
Una mirada en tercera persona tampoco arroja
luz sobre mis entrañas, oscuras y anegadas.
Solo Google puede leer mis textos, unas palabras
que no están hechas para el oído humano.
Unas palabras que nadie leerá,
las únicas palabras libres que he creado.
Nada de lo que he creado puede ser libre.
Trabajar de sol a sol no es problema
si puedo refugiarme en las estrellas de tu rostro,
dos bolas de gas ardiendo y devastando las cucarachas
como ninguna otra arma sería capaz.
Porque este gemido del final, este pequeño patrón
similar al de una nana,
solo te lo susurro a ti, acariciando mis labios
a tus pequeñas orejas enhiestas,
hablando como nunca, sintiendo como siempre
lo que retransmiten tus neuronas
y los poros de tu piel, abiertos para mí y
mi ansia infinita de conocerte más,
de conocer cada bacteria de tu colon.
Porque todos somos lo que sale de nuestro colon,
lo que entra en nuestra boca,
lo que bombea nuestro corazón.
Y todo eso es lo mismo: no se crea ni se destruye.
El amor es imperecedero,
como todos nosotros
en la noche de los tiempos.
lunes, septiembre 19, 2016
jueves, septiembre 15, 2016
Hace tiempo que comprendí que no quiero coros celestiales que me muestren la alegría de vivir porque os tengo a vosotros. Hace tiempo que la iglesia acabó con el estudio de los tronos y querubines porque sobraban: era evidente que los ángeles debían poblar la tierra para que los pudiésemos mirar, ojalá los pudiéramos ver al menos una vez antes de morir. Cómo explicar lo que significa la vida a alguien que nunca ha tenido su dedo índice abrazado por cinco pequeños lobitos que anhelan un último cuento donde todo encaje. La única forma de vencer los problemas es crear historias para mentes jóvenes, que todavía no se han cerrado a la educación. Todos vamos a morir y no hay nada que nos salve de nuestro final, ni siquiera esa mirada que nos roba el corazón sin apenas parpadear. Pero esos ojos son los únicos que iluminan mi corazón, los únicos que despiertan en mí una ilusión por un futuro no tan quemado en una tierra no tan devastada. En ese pequeño tórax caben todas las esperanzas que ya murieron en mí, una humanidad que no cumplió con mis expectativas pero lucharé para que pueda tocar las suyas con esos dedos diminutos. Errores y más errores que atesora un padrino en lucha eterna, alejando los problemas y dolores de su padawan más frágil y, por tanto, más prometedor. Queda un futuro que quemar muy lentamente, sin soltar la hoguera por mucho que el fuego lama los dedos. Que mis callos protejan tu corazón por siempre, lejos de arpas y sueños letales.
domingo, septiembre 04, 2016
Por ti y la felicidad de tus ojos.
Por tus piernas balanceándose, una alegría
que recorre todo tu cuerpo hasta llegar a nosotros.
Una sonrisa manchada de chocolate,
dos diminutas manos aferrando un tesoro que se derrite:
la vida.
A diferencia de nosotros, tus bocados sí marcan la presa
y el cazador.
Todo está pasando, los minutos se lanzan ardiendo
por la ventana.
Pero sabes despreciar la banal urgencia para abrazar
la vital importancia:
un negro trofeo por tareas cotidianas que sabe a gloria.
Porque has conseguido lo que nosotros nunca saborearemos:
un laurel real en esta cárcel de futuros y riesgos.
En cada trémolo de tu cuerpo admiro la belleza de la libertad,
una felicidad serena que debemos adorar en vacaciones
y en las efímeras tardes de invierno.
Un brindis por ti porque eres todo lo que puede traer la vida.
Un buen trago por ti para nunca perder de vista la vida.
Por tus piernas balanceándose, una alegría
que recorre todo tu cuerpo hasta llegar a nosotros.
Una sonrisa manchada de chocolate,
dos diminutas manos aferrando un tesoro que se derrite:
la vida.
A diferencia de nosotros, tus bocados sí marcan la presa
y el cazador.
Todo está pasando, los minutos se lanzan ardiendo
por la ventana.
Pero sabes despreciar la banal urgencia para abrazar
la vital importancia:
un negro trofeo por tareas cotidianas que sabe a gloria.
Porque has conseguido lo que nosotros nunca saborearemos:
un laurel real en esta cárcel de futuros y riesgos.
En cada trémolo de tu cuerpo admiro la belleza de la libertad,
una felicidad serena que debemos adorar en vacaciones
y en las efímeras tardes de invierno.
Un brindis por ti porque eres todo lo que puede traer la vida.
Un buen trago por ti para nunca perder de vista la vida.
miércoles, agosto 24, 2016
Una voz que sorprende entre la tormenta, con agudos entretejidos en el algodón de nuestros sueños. Dejarse llevar suena demasiado bien, las yemas de los dedos se estremecen ante la próxima turbulencia que definirá la templanza de nuestro corazón, un órgano que se construye en cada repiqueteo de campanas. La corporeidad del tiempo es algo que trascendemos sin apenas darnos cuenta, igual que todas estas palabras que preceden al verdadero mensaje del texto, vano preludio para que el público ya esté sentado ante la primera nota trágica. Un cruel baile nos separa de nuestra vida para situarnos en un limbo, no de aire sino de metal y física. Pero ni siquiera allí nos encontraremos porque no existe espejo fuera de nuestra mirada, solo niebla y ruido blanco. Acariciando la ceguera, la muerte y el amor nos alcanzan allá donde nada más existe, ni el miedo ni la determinación. Cuando el único objetivo es sobrevivir, cuando confías en alguien que no conoces porque el sistema le ha colocado ahí, sabes que la humanidad se ha doblado sobre sí misma: el simulacro gobierna sobre la cultura. Y al recuperar la gravedad, el insoportable peso de nuestra conciencia, abrazamos con un suspiro las posesiones que nos devuelven un origen único pero compartido, un beso al que ya nunca volveremos. Porque ahí arriba escuchamos la única voz que se escapa a nuestros oídos: amar y morir es una misma rima que solo comprendemos cuando leemos el poema, nunca cuando lo escribimos.
viernes, julio 15, 2016
El mundo es algo vacío si no tenemos una mirada que destaca algo sobre la inmensa estepa. Un bocado de tierra que solo riega un amor que puede adoptar mil rostros: imposible enumerar aquí todos ellos, solo recordar la fuente de donde manan todos los manantiales. El jardín donde florecen las sonrisas y maduran las caricias hasta encontrar una piel única. Ese compás que enseña el pulso de la alegría y las corcheas exageradas del dolor. El mundo no da una sola vuelta sin que, en silencio, sonríe al pensar en toda la felicidad que se desborda a mi alrededor gracias a ti. Un pecho que acuna gritos y lágrimas porque conoce la humanidad como nunca podrá concebirse, como solo una madre puede acariciar los cabellos de su hijo siempre perdido. El día vendrá y volverán las canciones, las antiguas grabaciones que causaban dolor y ahora se canturrean con melancólica alegría en los días de limpieza. Una existencia plegada hasta el infinito porque el espacio no es sino la manifestación de esas manos que siempre trabajaron por los demás. Camino titubeante por un sendero que oculta su final y sus lindes, un camino que más parece un campo abierto a la vida. El horizonte es un círculo que me rodea con suaves promesas y cariños que nunca merecí. Porque ese es el encanto de la vida: no importan los errores que cometas, siempre habrá gente que te quiera y te abrace con una simple sonrisa. No habrá fin para los lugares que vivimos, los momentos que compartiremos hasta el último guiño, los miedos que provocan risas vistos desde el futuro. Una tormenta no amenaza si no nos escondemos de ella, si bailamos mientras el vendaval se desata sobre la tarta de bodas. No hay frontera ni distancia que nos separe si cada sonrisa y cada lágrima de felicidad portan con orgullo tu bandera. No habrá final mientras alguien siga sintiendo el compás.
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