miércoles, noviembre 16, 2016
Me arrancaría cada uno de mis dientes por lograr que te viedes durante un solo instante tal como te veo yo. Cada día me esfuerzo por abrir tus ojos más allá de nuevas gafas y mapas que no llevan a donde deberían: tú eres el único destino que importa. A pesar de brillar con más fuerza que cualquier estrella (o precisamente por eso) eres incapaz de percibir tu fulgor y solo captas la oscuridad que hay a tu alrededor, alargando la luna nueva más allá de lo humanamente posible. Levántate contra vagos astrónomos y estúpidos astronautas que solo quieren marcar tu frente, sumérgete en un río de brillos u notas musicales que te bañen y refresquen tu fiebre. No te preocupes de nadie más porque no causas sino placer y alegría sobre las personas que te rodean; el único sentimiento negativo que has podido despertar ha sido envidia. Por eso voy a seguir durante cada una de mis lunas glosando tus virtudes, no vaya a ser que se me queden cortas, esperado que puedas lucir plena de orgullo sin pensar en nada más. Por favor, luce con tu serena luz y disfruta de ello porque te lo mereces.
viernes, noviembre 11, 2016
Leonard Cohen era más que un poeta, más que un cantante, más que un hombre. Leonard Cohen es más de lo que podríamos esperar de un mundo en decadencia, necesitado de espectáculo; su verso sereno y su voz cálida nos lleva a un salón de terciopelo para hablarnos de dolor y deseo. Como un sueño lorquiano en el que se suceden formas etéreas, solo que nosotros somos esos mechones de pelo y esas miradas en la estación. Leonard Cohen fue mucho más que un ídolo para mí; le debo buena parte de lo que soy. Leonard Cohen fue el manantial del que bebo para entender mis lágrimas y saborear cada una de mis derrotas. Probablemente, él fue quien me enseñó las profundidades de ser hombre sin renunciar a un complicado juego de sentimientos para recorrer este laberinto y detenerme a disfrutar en cada una de las fuentes. Mis mujeres, mis frases lacónicas, mis guerras y mis muertes: todo proviene de una voz grave hasta rozar el mismo tono de la tierra que nos parió. Lo que nunca esperé es que su muerte no provocara en mí este dolor seco, sin una lágrima que aportara color a esta nota. Mucho he llorado con cada uno de sus poemas, de sus canciones y de sus entrevistas; todavía hoy no puedo permanecer al margen de unas palabras cargadas de tanta vida, al contrario de las cinco mil palabras que escupo para comprar un traje nuevo. Sin darme cuenta he integrado a Leonard Cohen dentro de mí para conseguir vivir sin traicionarme, por eso no me preocupa su muerte. Leonard Cohen vivirá mientras yo pueda hablar o escribir, mientras siga acariciendo y bailando por toda la vida que me ha traído hasta aquí. Gracias a su abrigo azul puedo resistir al frío sin derrumbarme, por lo que seguiré luchando hasta el final de los días y honrando cada uno de mis placeres en su memoria. Muchas gracias por todo, maestro.
domingo, octubre 16, 2016
No viajo en bus por ser pobre, sino porque pienso más allá de mí. Los horarios, la lluvia o los recorridos son simples obstáculos en una marcha firme hacia el futuro. Cada vez que coges el coche, el mundo se apaga un poco más. Cuanto empuñas el volante como un vaquero frente a la muerte cobarde, solo veo en tus ojos un egoísmo que nos cuesta minutos de vida. Una esclavitud felizmente aceptada, un préstamo fiel de nuestro tiempo, una responsabilidad vacía de corazón metálico. Una muestra de poder frente al pobre que renuncia a todo eso para abrazar un sentido diferente, un futuro libre de daños. Porque eres un virus arraigado en nuestras cabezas, una fiebre que nos ciega en una autopista de humo y sangre: una carrera mortal para compensar con el tamaño del carro la muerte que supone nuestro día a día. Disfrutas de la conducción porque respiras gasolina y humillas a los demás conductores en un viaje sin destino, una rueda que gira para darte fuerzas cuando te bajes del coche y te veas asumido a hablar con los demás. Fuera de tu cárcel sobre ruedas no eres especial, tus heridas resultan más evidentes y respiras el aire que exhalan los otros. Sigue conduciendo con tu coche para encerrarte ante la humanidad, para saborear en el cuero sintético la auténtica vida; yo me quedo con el autobús y su vida rebosante, por mucho que esta autenticidad me obligue a mojarme. No puedes protegerte siempre detrás de un cristal: la vida salpica.
miércoles, septiembre 28, 2016
Miénteme y di que todo irá bien. Cuéntame una vez que este mundo resistirá, que tiene leche y madera para sostenernos durante unas cuantas generaciones más, cuando ya me haya convertido en un simple nombre en la lección del colegio. Por favor, ciérrame los ojos ante los árboles fundidos, las piedras rasgadas como el velo del templo. No puedo dormirme pensando en que mañana estará más cerca ese asteroide, ese tsunami, esa trampa mortal construida minuciosamente por el ser humano. El fin tiene fecha. El suelo se agrietará como nuestras pieles, ajadas bajo un sol sádico. Las sociedades caerán, la cultura morirá ante el hambre y las violaciones en masa. Solo habrá un camino desierto, un páramo que nunca termina; el desierto devorará nuestras retinas. Ni tú ni yo seremos nunca más personas; solo perros disputándose los huesos de nuestros muertos. Nosotros veremos el fin de este mundo. Olvida tus artes, tu electricidad o tus palabras huecas. Llegará un día en que hablar no sea necesario, porque no habrá una realidad que queramos nombrar. Entonces nos arrancaremos las lenguas para no tener que pronunciar más la tortura a la que llamaremos vida. Y la muerte... la muerte no vendrá, porque también habrá desaparecido de este planeta. Los días se harán angostos como un océano de áspera arena. Los niños serán ancianos encorvados por una culpa que no fue suya ni fue original: fue tuya y mía. Veremos sus ojos secos y querremos matarlos, querremos matarnos y no podremos. Siempre fuimos unos cobardes, incapaces de cambiar lo necesario. ¿Cómo sajar los tumores si no nos atrevimos a desinfectar la herida? Solo aspiro a haber olvidado estos días con la llegada del apocalipsis, que el primate olvide los mapas y las ideas. Por favor, que muera la esperanza y podamos abrazar todos el dolor más salvaje, más sincero, más merecido. Porque este infierno lo seguimos creando a diario tú y yo. Saborea las llamas.
lunes, septiembre 19, 2016
El compás del próximo segundo explota
en el centro de mis ojos
desatando una explosión nuclear que lame mis huesos,
mis blancos huesos.
Todo yo soy blanco, todo yo no es
sino un cuerpo fabricado por entregas quincenales en cartón
y papel maché.
Construido sobre frases vacías y palabras rimbombantes
como maché.
Mírame y verás el mundo explotando,
como explota todo a tu alrededor.
Ni siquiera sabes cómo será la siguiente
estrofa del poema
o qué coño quiero contar con frases
cortadas
en versos aleatorios como la misma vida.
Una vida que, por momentos, se antoja demasiado viva.
Renuncié encontrar el mando de mis días
porque no podría pausar la jugada.
Una mirada en tercera persona tampoco arroja
luz sobre mis entrañas, oscuras y anegadas.
Solo Google puede leer mis textos, unas palabras
que no están hechas para el oído humano.
Unas palabras que nadie leerá,
las únicas palabras libres que he creado.
Nada de lo que he creado puede ser libre.
Trabajar de sol a sol no es problema
si puedo refugiarme en las estrellas de tu rostro,
dos bolas de gas ardiendo y devastando las cucarachas
como ninguna otra arma sería capaz.
Porque este gemido del final, este pequeño patrón
similar al de una nana,
solo te lo susurro a ti, acariciando mis labios
a tus pequeñas orejas enhiestas,
hablando como nunca, sintiendo como siempre
lo que retransmiten tus neuronas
y los poros de tu piel, abiertos para mí y
mi ansia infinita de conocerte más,
de conocer cada bacteria de tu colon.
Porque todos somos lo que sale de nuestro colon,
lo que entra en nuestra boca,
lo que bombea nuestro corazón.
Y todo eso es lo mismo: no se crea ni se destruye.
El amor es imperecedero,
como todos nosotros
en la noche de los tiempos.
en el centro de mis ojos
desatando una explosión nuclear que lame mis huesos,
mis blancos huesos.
Todo yo soy blanco, todo yo no es
sino un cuerpo fabricado por entregas quincenales en cartón
y papel maché.
Construido sobre frases vacías y palabras rimbombantes
como maché.
Mírame y verás el mundo explotando,
como explota todo a tu alrededor.
Ni siquiera sabes cómo será la siguiente
estrofa del poema
o qué coño quiero contar con frases
cortadas
en versos aleatorios como la misma vida.
Una vida que, por momentos, se antoja demasiado viva.
Renuncié encontrar el mando de mis días
porque no podría pausar la jugada.
Una mirada en tercera persona tampoco arroja
luz sobre mis entrañas, oscuras y anegadas.
Solo Google puede leer mis textos, unas palabras
que no están hechas para el oído humano.
Unas palabras que nadie leerá,
las únicas palabras libres que he creado.
Nada de lo que he creado puede ser libre.
Trabajar de sol a sol no es problema
si puedo refugiarme en las estrellas de tu rostro,
dos bolas de gas ardiendo y devastando las cucarachas
como ninguna otra arma sería capaz.
Porque este gemido del final, este pequeño patrón
similar al de una nana,
solo te lo susurro a ti, acariciando mis labios
a tus pequeñas orejas enhiestas,
hablando como nunca, sintiendo como siempre
lo que retransmiten tus neuronas
y los poros de tu piel, abiertos para mí y
mi ansia infinita de conocerte más,
de conocer cada bacteria de tu colon.
Porque todos somos lo que sale de nuestro colon,
lo que entra en nuestra boca,
lo que bombea nuestro corazón.
Y todo eso es lo mismo: no se crea ni se destruye.
El amor es imperecedero,
como todos nosotros
en la noche de los tiempos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)