lunes, 17 de septiembre de 2007

Se podría decir que a partir de hoy comienza mi prueba de fuego con el blog: hoy he vuelto al instituto. Seguro que esa palabra os trae recuerdos de una época buena o mala, pero que deja marca invisible e indeleble para toda la vida. Es aquí donde madura la amistad con los amiguitos que conoces desde el jardín de infancia, donde conoces otros amigos con los que poco a poco vas siendo uña y carne, y lo más importante, es aquí cuando descubres que a la amiga de siempre, con la que jugaste a médicos y enfermeras, le han crecido dos tímidos volcanes que atraen toda tu atención. Y claro, suspendes. Ya no eres el niño bonito de la clase, sino que convives con otros 28 pre-adolescentes que luchan más que tú por ese puesto, y es como si una bola te derribase con todas tus alegrías. Pero tus amigos, con los que sólo jugabas a fútbol, te animan, te vienes arriba, y entonces te enamoras. Haces todo lo que no tendrías que hacer, todo lo que odiaste y reíste en las películas para conseguirla. Y cuando lo hace, descubres por qué todo el mundo intenta que lo amen, pero también descubres el dolor en la cara más amarga, la del sufrimiento interno, aquel que no osas revelar a ninguno de esos futbolistas, que siguen siendo eso, futbolistas cuyos cromos deberías coleccionar, pero ni siquiera tienes un álbum. Pero gracias a Dios aparece la figura de la hermana, que como un bálsamo cura todas tus heridas y no es un cromo, sino un personaje totalmente redondo, con sus vicios y virtudes. El tiempo pasa, igual que las chicas, y cuando por accidente contemplas una foto de hace sólo 2 años no te reconoces. Te das cuenta de que tus piernas están cubiertas de pelusilla, y tu cara de granos. Has crecido, y poco a poco adquieres la fisonomía de un adulto, aunque creas que ya tienes los mismos derechos que ellos. Entonces sí que descubres los verdaderos problemas que tiene un adolescente, muy distintos de ver qué me pongo hoy o qué ha dicho aquel. El adolescente por esencia no sabe qué es; no es un niño, no hay más que verlo, pero tampoco es un adulto, y se constata a primera vista. Esa delgada cuerda sobre la que se mueve deviene un firme tablón gracias a la ayuda de, quién lo iba a decir, los profesores, nexo de unión entre el adolescente y el post-adolescente, que conoce su situación y sabe esperar. Con el apretón de alguien que se sabe en el buen camino decides explorar la espesura, pero caes en la ciénaga más oscura, y ahí contemplas cómo has dejado que todos tus esfuerzos por ser alguien se han ido al fondo sin remisión. Cuando más abatido y abandonado estabas, recibes la ayuda incondicional de 2 directoras, una de lectores y la otra de ángeles, sin la cual el lodo entraría en tus pulmones, acabando con tantos sueños y expectaciones. Con su apoyo físico y espiritual te curas los moratones, y gracias a su empujón, pero sobre todo a los frenos que instalaron en tu bici sigues adelante, llegando más lejos que nunca, hasta ahora. La bici ha cambiado, pero el conductor sigue siendo el mismo, y sé que llegará lejos. No volará, pero llegará a la meta gracias a su esfuerzo, por todos los años y los sacrificios realizados. Entonces mirará hacia atrás, y descubrirá, por última vez, que los monstruos que le atemorizaron no eran más que ramas secas que sólo alimentarán un fuego reconfortante para los huesos maltrechos, Al fin y al cabo, el ciclismo es agotador.

1 burradas:

Anónimo dijo...

jo tio que guay. me has hecho sentir... supongo que como me siento colega jaja que realidad en tus palabras!

 

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