domingo, 11 de octubre de 2009

Como muchos de vosotros sabéis, ayer empezaron las fiestas del Pilar con el tradicional pregón de fiestas, este año a cargo de José Antonio Labordeta. El día del pregón siempre ha sido mi favorito, porque la fiesta comienza en el autobús hasta la plaza, cantando, y sigue en la plaza del Pilar, cantando. Pero lo mejor, lo que más me gusta de las fiestas en general, viene a continuación, y son los fuegos artificiales. Cuando los miro, me veo como un niño pequeño que se aferra a un globo y suspira con cada explosión. Los fuegos artificiales me apasionan, porque creo que representan al ser humano en general, es una lucha del hombre por desafiar a la naturaleza y a Dios. Al lanzar un cohete, buscamos que llene la noche con su luz y su ruido. Buscamos crear nuevas estrellas, iluminar la oscuridad nocturna, y lanzar truenos que resuenen más que los del mismo Zeus. El hombre busca elevarse, abandonar la tierra y escribir su nombre en el cielo, equipararse a su creador, permanecer por encima de la mediocridad. Pero como somos hombres, somos mortales. Las luces se desvanecen poco a poco, el ruido pasa y la noche impone su velo. Pero lo que más me gusta, lo que no se puede copiar de quienes imitan a Dios, es la emoción, los cabellos que se erizan con cada detonación, la lengua que chasquea impaciente con cada estela que surca el cielo hasta que explota en miles de colores. El hombre nunca podrá escribir su nombre en la noche, pero siempre dejará un reguero de emoción, lágrimas y bocas abiertas en los niños que se aferran a su globo, ya les falten dientes o pelo.

1 burradas:

DT dijo...

¡He visto la luz! Nuestro sanedrín de expertos se pondrá en contacto con usted.

 

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