jueves, 28 de enero de 2010
El pez da vueltas sobre sí mismo, revolcándose en su propia mierda. Sus escamas de antiguo oro, ahora se cuartean con el movimiento, bajo roña y resto de comida. La pecera, de hecho, está cubierta por una chaqueta tirada al azar, sin preocuparse de lo que hay debajo. Antes, su cara permanecía horas y horas frente a la burbuja de vida, le cantaba, le regalaba castillos y submarinistas. Ahora, ya no le sonríe, ya no le mira. Él se esfuerza, intenta limpiar sus escamas, intenta hacer piruetas que atraigan su atención, pero no lo consigue. Está indiferente, apática, eso dice a su madre cuando la regaña por el agua turbia de la pecera. Pero sale corriendo en cuanto oye tocar el timbre, en cuanto escucha que comienza su programa, en cuanto ocurre cualquier cosa. Todo merece su atención, menos el pez.
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4 burradas:
Jojojo, pobre pececito.
Espero que finalmente alguien le haga caso al pez. Se lo merece de verdad.
Gross Bizz
tu blog es un atentado contra mi persona
Pobrecillo el pez...
Los peces siempre me han parecido criaturas muy vulnerables... encierta manera como las personas...
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