miércoles, 28 de noviembre de 2012

No hay futuro, dices. Te equivocas. Lo que te da miedo es el vacío, las vías cortadas porque toca abandonar el convoy. Desde pequeños nos han criado para crecer sin madurar, siempre verdes y tiernos para mantener nuestro jugo. Exprimirnos es una delicia. La escuela, el instituto y ahora la universidad. Todo es un ciclo ininterrumpido para que nunca seamos adultos. En cada clase se nos imparten supuestos conocimientos, contenidos estancos y más infalibles que el papa. Nosotros no preguntamos, no cuestionamos. Los profesores no van más allá, no relacionan. El temario es este, la selectividad nos hará estas preguntas. Y seguimos adelante. La universidad ya no es la ciudad del conocimiento, la resistencia y la utopía. Bolonia y la estupidez la conquistaron y ahora tiene que ser eficaz. Durante todos estos años ha sido la institución más útil, formando en el sentido estricto de la palabra. Pero claro, estaba desconectada de la realidad y no servía para nada. Para solucionarlo, vamos a poner a profesores idiotas y temarios aún más estúpidos, para que nos aplaudan cuando hagamos bien una presentación en power point (¿software libre, qué es eso?). Y así pasamos los cursos, salvamos los trastos y obtenemos un bonito título universitario, un papel que una vez significó algo. Nos encontramos en la calle, sin ser nadie: sin pasiones, sin gustos, sin conocernos y sin madurar. Cuando la mano invisible nos acercaba el biberón, cuando teníamos trabajo y casa y pareja y perro/niño, todo iba bien. Ahora que la meta se ha desvanecido, solo ahora, lloramos. Nos damos cuenta de que a nuestros 23 años estamos vacíos porque han matado al niño de nuestro interior y no han dejado crecer al hombre. Mataron a la bailarina pero ahogaron también a la matemática. Pero lo mejor de todo es que no luchamos por mejorar las cosas, sino por no ir a peor. Las clases en la calle, las encerronas y las cerraduras selladas buscan seguir como estamos, con la misma mierda que encharca nuestros pulmones. Nadie se plantea un futuro mejor; simplemente quieren seguir drogados. Esta dictadura venció el día que diseñó su propia resistencia.
 

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