domingo, 22 de septiembre de 2013

Voy por un camino pero descubro que son dos. Lo real y lo hiperreal, lo que es y lo que ha pasado a ser. Una no sustituye a la otra. La gravilla de ambos caminos se clava de la misma forma en mis zapatos. No hay uno que sea más real, uno que sea una metáfora. Ya he asumido que vivo en dos niveles a la vez, que soy dos caminantes con dos destinos pero una sola vía. El pierrot que acuna al niño ríe y llora, ama la luna y la maldice a gritos cada 28 días. Es incómodo, ilógico, pero es. En medio de orcos que acechan en los bares, fantasmas que secuestran mujeres y brazos que acaparan todos los besos; en medio de todo eso, que algo sea de verdad es algo muy serio. Perder, reír, suspirar y maldecir. Contar el tiempo y mentir. Ponerse de puntillas y envejecer y mentir. Saludar y huir. En ese medio, la realidad no es, sino que solo llega hasta mí, siempre transformada pero siempre igual de real que antes. Pero los abrazos no son, el vértigo no es, no somos nuestras palabras y nunca serás un lamento. La gravilla resuena, como en un cementerio y como en Grândola. Ambos resuenan, ambos son reales e hiperreales, ambos son filósofos y poetas postadolescentes frustrados. Ambos juegan a ser mientras yo sigo caminando, sin ser nada.
 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.