martes, 15 de octubre de 2013

No cantes, sirena, ni siquiera hace falta. No te molestes en enseñar los pechos o soltar tu melena al viento porque ya me has secuestrado. Mis palabras, mi silencio, mi escepticismo, todo ha caído al suelo ante una simple mirada tuya. Me até al mástil. Me recordé una y otra vez el veneno de tus colmillos, tu lengua bífida, las escamas que me desollarán como intente amarte. Y sin embargo, una vez más suspiro por tu canto. Sueño con bañarme en tu perfume, perderme en tu cuello y no salir nunca de ti. Amo tanto la rosa que no me pincharé con las espinas. Grito y me libro de las cuerdas. Salto al mar y nado hacia tu roca, pero me detengo antes de llegar. Ya nada es como otras veces. Tus palabras no resuenan como un ángel en la iglesia. Tus ojos ya no me sacan el alma. Sonrío y doy media vuelta, pensando en cuántos días durará esta calma, hasta que vuelva a fletar un barco para estrellarme contra tu roca.
 

Copyright 2010 Archivo de las pequeñas cosas.

Theme by WordpressCenter.com.
Blogger Template by Beta Templates.