domingo, 24 de noviembre de 2013

Claro que sí, campeón. Sonríe y cógela de la cintura. Mírame con desprecio. Siente orgullo por esa joya. Pero no es una joya, es una mujer que tiene deseos e ideas. Y pronto los vas a sentir en tus propias carnes. Se acabó salir de casa a la hora. No más litros en tres minutos ni conversaciones hasta el amanecer. Y aún tienes el valor de decirme que no eres nadie si alguien no te quiere. Si tu identidad depende de otra persona, mejor que te pegues un tiro. Me da igual que sea mujer u hombre, amigo u onanismo. Básate en otra persona y acabarás siendo otro. Sí, el amor es lo mejor del mundo, y lo es porque es horizontal. Amar es Castells pero tú solo limpias tu panóptico. ¿Y para qué? ¿Para retenerla en un bar, besándola mientras miras a los buitres que se le acercan? No quiero conseguir nada que me obligue a idolatrar, ser una mula y no un bastón. Y el otro caso es peor, la de la sonrisa afilada como una guadaña: alimenta esperanzas, riega ilusiones con caricias para cosechar bebidas y favores, hasta que la savia abandona al hombre seco, plantado en una tierra estéril. Cambia de cara para conseguir una estampa aún más adorable, un nuevo cariño para avivar la hoguera. Los ángeles se arrancan las alas, los cantores sajan sus pulmones, los taxistas apagan el cigarro en el depósito. Ninguna estrella caerá, sino que se mantendrá altiva sobre ti. Ningún honey endulzará tu café; solo se cortará la leche. Si usas el amor para calentar la cama, siempre tendrás los pies fríos.
 

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