domingo, 3 de noviembre de 2013

Juguemos otra vez, ahora yo manejo las blancas. Da igual qué peón elijas, hacia dónde bascules el juego. El resultado es el mismo: arrojo el rey nada más acercarme al tablero. Un roce tumba la torre. Los brazos entrecruzados hacen explotar el alfil. Cabeza con cabeza, como un mes atrás; los mismos fuegos que estallan dentro del caballo. Los dientes mordiendo la lengua en una sonrisa que se sabe irresistible. Pero no importan las armas sino el tablero, la línea de fondo. Retroceder el alfil para no asustar y forzar el enroque. Sacar a Shakespeare y Faulkner, pero el contraataque es terrible: el gran Joyce. Perderse por las calles, subir y bajar, entrar y salir, beber y hacer cosquillas. Reír, reír solo de verla enfrente. Better together, es obvio, pero qué together? Cuando llego al final del tablero, a la última casilla, no quiero salir; me abrazo y nunca me soltaría. No quiero exponerme al viento fuera de la mesa, al frío sin ella. El juego no importa, es puro teatro. Sí, me gusta acariciar los peones, pero quiero conocer cada onda, quiero quedar a comer y a cenar, quiero ser tú ahí enfrente, con tus fichas. Seguiremos jugando cada vez que nos veamos, porque yo cuidaré de ti. No dejaré que nadie te haga daño, ni siquiera yo. No hasta que termine esta fiesta de mierda y te sientes a mi lado, sonriendo como solo tú sabes. Viviendo como solo tú sabes.
 

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