domingo, 16 de noviembre de 2014

¿En qué momento dejamos de dibujar en los cristales perlados de humedad? Tiene que haber una edad límite para sonreír con el vaho que sale al hablar, el alma que se escapa de nuestros pulmones. Cada año es una actividad más, una diversión menos: conduces pero ya no chapoteas, tomas aviones pero dejas las hojas secas sin pisar. Parece que no creces hasta que renuncias a sentarte en el suelo, abandonar una buena mesa solo por tirar una pelota o hacer cosquillas. Ojalá tenga 70 años y siga haciendo cosquillas. Quiero crecer, quiero cambiar y ser mil personas distintas. Convertirme en lo que siempre he odiado y lograr rectificar para convertirme en otra persona que también odiaré. El futuro siempre estará en todas las palabras que ya he escrito y los besos que nunca daré. El pasado soy yo, haga lo que haga. Aún dibujaré en las ventanas empañadas ojos sonrientes y corazones vacíos. No entra en mis planes dejar de saltar y gritar con una canción que me gusta, aunque no pueda pronunciar un 80% de la letra. Prometo seguir siendo el mismo, seguir cambiando y equivocándome siempre. Pido perdón y doy gracias porque nunca terminaré de ser yo, nunca terminaré de hablar de otros que no estén dentro de mí. Píntame y seré tuyo, pero píntame.

1 burradas:

Anónimo dijo...

Sencillamente, sublime.

 

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