miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ayer soñé que te levantaba las faldas y volvías a reír como nunca, aspirando el aire como quien se abandona al aire sin importar cuánto entra o sale. Una vez más, pensé en correr a tu castillo, abrazarte y olerte pero nada funcionaría porque ya solo existes en mi sueño. Una cuchilla que pende al ritmo de un Foucault que siempre castiga y nunca vigila. Vago fantasma de niebla y luz y cabellos perdidos en la sonrisa más pura que jamás existirá. Pero la verdad es que nunca has existido, mi compañera no fue sino un fruto que nunca germinó, una flor que permanece bella pero helada en océanos de escarcha. Porque este es un invierno frío; la ventisca dio paso a noches eternas sin llama ni amanecer inmediato. Mañana comeremos uva y tragaremos sueños rotos para que otros ocupen su lugar en el ciclo de la vida. Anoche te levanté la falda una última vez. No estaba en ninguna lista ni lo había arrojado en ninguna hoguera. Solo sé que me gustó y a ti también. Aunque tú no seas una mujer sino el tiempo. Anoche te levanté la falda y reíste; ahora comprendo que mi destino está en el aire y necesito volar. Cuando las arrugas tejan mi piel, ya estaré lejos de mi cuerpo.
 

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