domingo, 7 de diciembre de 2014

Cada noche repaso el día pasado. Con los ojos cerrados, veo lo bueno y lo malo y doy gracias por todo. Doy gracias por seguir un día más y por el pequeño motivo que lo ha hecho diferente, no un día más. Y, como siempre, sonrío de poder rendirme a la inconsciencia porque te tengo a mi lado. Esa pequeña luz que alumbra de noche, el movimiento fugaz que percibes por el rabillo del ojo. La confirmación de que hay vida a tu alrededor y el mundo no acaba en ti; no puedo saciarme porque hay siete mil millones de almas que llenar. La letra cambia, la música vuelve en otro da capo y el público seguirá aclamando otros cincuenta años, espero que muchos más. Fuera sopla el viento, dentro los lobos aúllan, pero estoy tranquilo. Sereno. Cohen nunca fue derrotado porque venció sin imponerse. Lorca seguirá girando en un vals de corbatas y coñac. La sonrisa de Rice es ya un mito central en cantares de siete minutos. Deja que los dedos vuelen solos y encontrarán el camino porque lo que tiene que pasar, pasará. Las palabras hablarán de agujeros de gusano y camas deshechas, pero en todas ellas estarás tú, porque eres la vida. No eres palabra, no eres música, no eres nada que se pueda describir. Por eso las palabras se vuelven más imprecisas cada año, por eso las frases divagan más. Es imposible describir nuestro cuerpo porque somos nosotros, ¿cómo agradecer entonces la propia gracia de la vida?
 

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