martes, 20 de abril de 2010
El torno gira lentamente, a mi control. Mi pie sube y baja rítmicamente, una y otra vez, me gusta sentir el aire subiendo por mi pierna. Las manos se deslizan sobre las paredes de barro, la masa informe suelta trozos que caen al suelo, asas de jarrones o brazos de bailarinas, vidas que nunca llegarán a nada. Poco a poco las manos se van cerrando, el jarrón va tomando forma, mi creación se va izando hacia el cielo, poco a poco, muy poco a poco. Un dedo meñique tiembla, un simple dedo meñique que no sirve para nada tiembla, y corta el jarrón por la mitad. El barro salta por todas partes, el jarrón llora porque nunca existirá. Tengo que agacharme hasta el suelo, hundirme para recoger los pedazos de mi fracaso, y volver a montar el jarrón. Miro por la ventana, miro el mar, miro la sal que flota en el ambiente, miro toda la vida que se escapa mientras yo permanezco aquí, con este engendro, algo que nunca quiso existir y nunca deberá existir. Vuelvo a tirar el barro contra el torno, me lavo las manos, que todo vuelva al punto de partida. El torno gira, el pie sube y baja, pero no puedo sentir el ritmo, mi control no existe. Ninguno de mis movimientos me pertenece, nada es mío menos esta sensación de que fuera el sol brilla, y yo trato de crear un punto de luz en este cuarto cerrado.
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3 burradas:
no había escuchado la canción, pero me ha gustado.
Te odio por hacer estas pedazo entradas, quiero aprender de ti!!
Actualiza ya, que esta entrada es muy poco sutil. Joder, ¿tengo que recordarte que puedes contar con la ayuda de los demás para soportar el peso del mundo?
¡Pessao! (que no Pessoa).
si eso un día actualizas!! jaja
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