domingo, 5 de agosto de 2007

Una luz al fondo del tunel. No estoy muerto, pero me gustaría estarlo. ¿Qué sentido tiene vivir así? Sin ti, sintiéndote tan lejos como te siento, no encuentro mi corazón. Sé que lo tengo, porque me duele cada vez que te veo hablar con otro, pero no sé si puede sentir alegría. ¿Cómo va a gozar si no puede latir al mismo tiempo que tu corazón, cuya llave la tiene otro? Sinceramente, no sé cómo no te das cuentas. Debes de estar sorda, porque hasta los muertos oyen el latir de mi corazón, y con cada latido, una palabra surge de mis entrañas. Una palabra que brota arrebatadora, pero que no tarda en marchitarse y languidecer pálida en el suelo. Una palabra que salió de mi corazón buscando el tuyo, pero que se equivocó de salida y nunca pudo dar la vuelta. Esa palabra vive todavía, y espera una mirada, un gesto tuyo, que le permita recuperar fuerzas, y que permita a la vida recobrar el sentido perdido. Pero esa mirada se hace de rogar, ese gesto viene con retraso, y aunque espere y espere, empiezo a desilusionarme y comienzo a entender que nunca vendrá, y tendré que coger mi paraguas e irme a casa, porque lloverá mucho tiempo, y toda el agua caerá sobre mí. Espero que con esa agua se vaya mi dolor, pero nunca tu recuerdo, porque es lo único que me queda de ti, y es el único pensamiento que me obliga a levantarme cada mañana, descorrer las cortinas, y creer que este día será el día en que podré decir "vivo", y no "quiero vivir". Podré decir que la vida tiene sentido, y que no es sólo un recurso de poetillas frustados que esperan que las palabras le devuelvan todo el sentimiento que pone en ellas. Podré decir que soy capaz de sentir placer, y que no fui hecho para sufrir. Podré decir que eres un ángel, y no un sueño.
 

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